Conocí la pintura de Sergio Lastres gracias a varias exhibiciones realizadas en Sono Gallery, en el barrio Hell’s Kitchen de Manhattan, a finales de los noventas y principios de esta década. Luego vi su nombre en las secciones de comentarios de algunos blogs que visito. El creador detrás de aquellas piezas que me habían estimulado entonces, comenzaba a tomar forma como individuo. Al abrir una cuenta en facebook, he podido disfrutar de sus piezas calmadamente.
Es difícil entrevistar a alguien que nunca se ha visto en persona, que no le conoces la gestualidad y si hay firmeza en la mirada. Sin embargo, a través de las páginas de las redes de comunicación digitales, he aprendido una nueva forma de empatía. Aunque Sergio es bastante popular en Miami (amigo de mis amigos, como un second degree of separation), lo entrevisto hoy para presentarlo a quienes viven en otras latitudes y a mis lectores de la multi-cultura.
Sergio, haciendo el research para esta entrevista, leo que estuvistes matriculado en la escuela de San Alejandro, pero que en realidad nunca estudiastes allí. ¿Qué hacías en Cuba?
“Sí, Eufrates, fui a San Alejandro con un amigo del barrio que también tenía facilidad para el dibujo y estas cosas, para hacer las pruebas de ingreso. Al cabo de un tiempo a mí me llegó un telegrama de aceptación y a mi socio no. Ya eso me desanimó un poco, pues de Lawton a San Alejandro es lejos y estábamos embullados para ir juntos. Resulta que fui a la Academia el primer día y no fui más. Así que soy totalmente autodidacta.
En Cuba me dedicaba al deporte. Estuve en la pre-selección nacional de Tae Kwon Do y también pintaba, pero los entrenamientos consumían gran parte de mi tiempo”.
Salistes de Cuba durante el éxodo de los balseros de 1994. ¿Un impulso por la oportunidad que se presentó o era algo que ya andaba planificándose? ¿Cómo fue la travesía y qué experiencia te dejó haber estado en la Base Naval Estadounidense de Guantánamo?
“Traté de escapar en una balsa con mi esposa y 10 personas más el 26 de abril del 94, meses antes del éxodo. Nos cogieron y metieron presos en Jaimanita y luego nos soltaron hasta el día del juicio. Yo no podía esperar, pues me tildaron cabecilla del grupo y por lo menos me darían un año de prisión.
La segunda balsa la construimos en Aguada de Pasajeros, en la costa sur de Cuba. Una vez terminada tuvimos que atravesar toda la Isla con ella hasta Corralillo, en la costa norte. Allí nos escondimos siete días en unos matorrales de una vaquería hasta que las condiciones nos permitieran echar la balsa al mar. Nos descubrieron unos campesinos que, lejos de delatarnos, nos ayudaron trayéndonos comida e información. Fueron ellos los que nos comunicaron que según Radio Martí en la Habana se estaban lanzando al mar por la libre. Quiere decir que, en el mismo momento en que nosotros escapábamos en forma clandestina por Corralillo, en la Habana se estaban lanzando al mar las personas sin ningún tipo de restricción.
Nos rescataron al tercer día de travesía. De no ser por ese rescate nos hubiéramos hundido al siguiente día. La balsa de dañó, se estaba desarmando y las cámaras estaban desinfladas.
La Base Naval de Guantánamo fue como una antesala a los Estados Unidos. Estuve ocho meses aprendiendo sobre este país con cubanos residentes aquí que fueron allá como voluntarios a trabajar directamente con nosotros. También aprendimos mucho de los soldados que nos atendían a la vez que ellos aprendieron con nosotros”.
Observo que tu primera exposición artística es precisamente en la Base Naval. A partir de 1994, ya fuera de la Isla, tus exhibiciones personales y colectivas son constantes, como si hubieses sufrido una explosión creativa. ¿Catarsis?
“Sí, para mí la pintura es catarsis. Y sí hubo una explosión creativa en mí desde que aprendí que podía comunicarme con el resto del mundo a través de lo que hago”.
Si tendría que catalogar tu pintura, diría que surrealista. Percibo una fuerte influencia de Dalí, pero también al artista que lucha contra la misma, y vence al estampar su sello propio. ¿Me aproximo...?
“No sólo te aproximas... estás diciendo exactamente lo que ha estado ocurriendo con mi trabajo. Las influencias en muchos casos son inevitables y hasta necesarias. Pero llega el momento en que tienes que luchar contra ellas y establecer un lenguaje totalmente nuevo y propio”.
Pieza de Sergio en una exhibición colectiva.
Algunas de tus piezas dan la sensación de no estar terminadas. Sin embargo, en otras la terminación es rigurosa. ¿A qué se debe esto?
“Se debe a que estas piezas son un fiel reflejo de mi estado anímico y emocional al momento de concebirlas. Para mí la función del arte está muy lejos de ser un simple objeto de adorno o de negocio. El arte es mucho más que eso. Es un gran recurso expresivo a través del cual se hilvanan discursos. Cuando tengo la necesidad de decir algo urgente, no estoy cuidando las formas, es como cuando escribes una nota apurado y no te importa para nada cómo luce tu letra.
Sin embargo, en otros momentos de más calma me vuelvo quisquilloso y disfruto trabajar los elementos con mucho rigor. Pero, te confieso que me encantan esos elementos inconclusos que ya son parte de mi obra”.
Foto: Sergio Lastres.
Al visitar tu página de Facebook, veo que también trabajas la fotografía; excelente, tanto en composición como técnicamente. ¿Hobbie o la tienes incorporada ya como parte de tu labor creadora?
“La fotografía es parte de mi labor creadora, pero no como fotografía misma, si no de manera referencial. Mis pinturas comienzan a partir de fotos que tomo a modelos, niños, hombres, viejos, animales, botes, frutas y otras cosas. Aunque a veces tomo imágenes con mi cámara y me doy cuenta de que vale la pena dejarlas exsitir como fotografías y no reproducirlas en una pintura porque perderían todo el carácter que radica en ellas. Así he ido apreciando la fotografía por ella misma”.