No se si siguieron esta noticia de las dos últimas semanas: La publicidad creada por Absolut Vodka, dirigida directamente al consumidor mexicano, utilizando un mapa de antes de 1848, fecha que marcó el final de la Guerra Mexicano-Americana y delimitó la actual frontera entre México y los Estados Unidos. Al menos, las fronteras que me han enseñado desde que nací. La que reconoce las Naciones Unidas desde que tengo uso de razón. La que menciona el obsecado fantasma en jefe allá en Cuba, con fijación de crazy-glue, rabiosamente, envidiosamente, porque –como todos nos hemos percatado- no fueron las fronteras donde le tocó nacer y hacer o más bien deshacer...
Si la guerra Mexicano-Americana fue justa o injusta, ahí están los historiadores y las miles de páginas digitales para consultar. Como toda historia, se ve desde el punto de vista de cuatro ojos estrábicos. Y, como toda historia, el hombre, en su más recóndita individualidad, escoge el par de ojos estrábicos que le acomoda para interpretarla.
Sin embargo, si en Estados Unidos –de pronto- una agencia de publicidad creara un aviso como este:
Si la guerra Mexicano-Americana fue justa o injusta, ahí están los historiadores y las miles de páginas digitales para consultar. Como toda historia, se ve desde el punto de vista de cuatro ojos estrábicos. Y, como toda historia, el hombre, en su más recóndita individualidad, escoge el par de ojos estrábicos que le acomoda para interpretarla.
Sin embargo, si en Estados Unidos –de pronto- una agencia de publicidad creara un aviso como este:
... las banderas del ejército que lucha las barreras de lo políticamente incorrecto, ya estuvieran izadas en las cortes judiciales de los Estados Unidos a través de las demandas legales. Sin embargo, esta campaña hacia el consumidor mexicano, exhaltando la espina atravesada de dicho país por aquellas tierras que perdieron hace casi dos siglos, puso un dedo en la llaga más profunda que tiene los EE.UU. sobre temas de inmigración, y sus doce millones de ilegales con los cuales no se sabe todavía qué hacer.
El sábado pasado la novedosa campaña Absolut Vodka Mexico fue retirada abruptamente, seguida por las consabidas disculpas por parte de la compañía. Mientras fui siguiendo esta historia, tropecé con una anécdota que menciona Michelle Malkin en su artículo “Absolut Idiocy: Reconquista Vodka”, publicado el jueves pasado en el New York Post.
Cuenta la columnista que un propietario de bar en California, llamado Matthew Rogers, le envió una nota a Absolut Vodka, contándole algunas de las medidas que tomaría en su negocio, tras conocer dicha publicidad: 1) Nunca volver a vender Absolut Vodka; 2) Bajarle el precio al trago de vodka Ketel One; 3) Imprimir una copia del aviso y colocarla encima del especial de Ketel One; 4) Decirle a todos sus amigos y familiares lo que Absolut Vodka piensa de los Estados Unidos y sobre nuestro derecho de reforzar las fronteras.
Dado que este país también es mi país, donde tengo el derecho de emitir mi voto político en las urnas, trabajar y vivir con dignidad, mi par de ojos estrábicos también ha sido ofendido por tal campaña. Si pasé tantos años en Cuba prescindiendo del whiskey, bien puedo prescindir de Absolut Vodka el resto de mi vida. Más aun, cuando todavía me mareo con la infinita variedad de bebidas y hasta de vodkas, que hay en la licorería de la esquina de casa.
El sábado pasado la novedosa campaña Absolut Vodka Mexico fue retirada abruptamente, seguida por las consabidas disculpas por parte de la compañía. Mientras fui siguiendo esta historia, tropecé con una anécdota que menciona Michelle Malkin en su artículo “Absolut Idiocy: Reconquista Vodka”, publicado el jueves pasado en el New York Post.
Cuenta la columnista que un propietario de bar en California, llamado Matthew Rogers, le envió una nota a Absolut Vodka, contándole algunas de las medidas que tomaría en su negocio, tras conocer dicha publicidad: 1) Nunca volver a vender Absolut Vodka; 2) Bajarle el precio al trago de vodka Ketel One; 3) Imprimir una copia del aviso y colocarla encima del especial de Ketel One; 4) Decirle a todos sus amigos y familiares lo que Absolut Vodka piensa de los Estados Unidos y sobre nuestro derecho de reforzar las fronteras.
Dado que este país también es mi país, donde tengo el derecho de emitir mi voto político en las urnas, trabajar y vivir con dignidad, mi par de ojos estrábicos también ha sido ofendido por tal campaña. Si pasé tantos años en Cuba prescindiendo del whiskey, bien puedo prescindir de Absolut Vodka el resto de mi vida. Más aun, cuando todavía me mareo con la infinita variedad de bebidas y hasta de vodkas, que hay en la licorería de la esquina de casa.
(Ilustraciones tomadas de diferentes páginas digitales; sin darme cuenta borré las direcciones virtuales de las mismas. Mea culpa.)
3 comments:
Lo jodido es que en el mundo absoluto de ese mapa etílico el Cartel de Utah y el Cartel de Colorado no traficarían con vodka, sino con cocaína; y que los cuates emigrantes de la Alta California se afanarían por llegar a Seattle.
Ese marketing mezclado con política de primera y pata está peliculero. Los mexicanos deberían estar indignados la verdad, con eso de que estén manipulando sus sentimientos, ya sea la coca-cola o el Absolut vodka.
Buen reportaje EU.
Un abrazo, tony.
Un blog estupendo. Lo dice una lectora que lo sigue en silencio.
Gracias y un saludo.ross2000
Les invito a visitarnos:
http://www.desconexioncubana.com/blogs/gaviota/
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