Querido Éufrates:
Mi madre me regaló un día en que celebrábamos la Navidad en pleno secreto y complicidad familiar un hermoso libro de poemas. Corría 1970, el cual quedó en la historia como el año de la derrota de uno de los caprichos más grande de Fidel Castro: sus cacareados diez millones de toneladas de azúcar que no pudieron cumplirse. Pero de esto no es lo que quiero hablar, amigo Éufrates. Retomo el regalo y te cuento que lo leí muchas veces. Ella se encargaba de buscar las publicaciones más importantes para que no me faltaran en mi acervo. Mi padre, con sus cosas, exigía la disciplina y controlaba los horarios… “esos comunistas te meten en líos y te llenan la cabeza de tonterías y cuando uno viene a ver el hijo es rojo”, les decía a sus amigos y no había quién se escapara a un mitin en la secundaria sin que él no lo supiera. Por eso les agradezco mucho el que me hayan abierto los ojos para enfrentarme a lo que ellos veían como el circo de “Castro y sus lameculos”.
Los dos murieron. Mi madre muy joven aún y mi padre maldiciendo a Fidel. A mis viejos los tengo siempre presentes, se me olvidaron las nalgadas o las broncas de adolescente cuando quería algo. Me llegan felices a mi cabeza y sonrientes, unidos, compartiendo lo poco que se conseguía para comer y mi vieja diciendo que las alitas de pollo eran sus preferidas.
Yo salí de la isla cuando pude y me sentía en deuda con ellos. Por eso, cuando visité Cuba recientemente, caminé desde el hotel hasta el cementerio de Colón con unas flores. Mi primera prueba de fuego fue que no me dejaron entrar con las flores…. “Compañero” me dijo un vigilante “las flores tienen que ser de plástico, ¿no ha visto la circular de la puerta?”. Viré la cabeza y vi una larga lista de cosas prohibidas. Conté hasta cien y dejé las flores en la basura. Fui hasta donde estaba “Información” y al preguntar el lugar exacto donde reposaban los restos de mis viejos, una mujer me dijo que el trámite costaba diez dólares. No podía creerlo. En eso llegó el sacerdote de la iglesia del cementerio, afortunadamente, y después de decirle algunas verdades a la empleada ladrona, me indicó que el osario estaba detrás de la iglesia y que cada cajita debía tener el nombre con la fecha de fallecimiento. Se lo agradecí y seguí sus orientaciones.
Caminé bajo un sol inmenso, al mismo tiempo que veía el desastre y el descuido de los monumentos que hicieron que el cementerio habanero fuera uno de los que más obras de arte cobijara en el mundo. En la medida en que me acercaba al osario un reguetón colmó mis oídos. Me paré en la puerta. Dos hombres jugaban a las damas, un aparato de radio dejaba oír el chabacano reguetón, otros dormían en una esquina y un negro viejo se fumaba un tabaco en un taburete. Todos estaban rodeados de osarios rotos, huesos humanos en el suelo, filas enteras caídas sobre las vecinas, en fin, un caos.
Le pregunté al del tabaco si podía buscar los restos de mi madre y de mi padre. Me miró, se quitó una gorra sucia que tenía en la cabeza al mismo tiempo que se rascaba la calva y me dijo: “Chico, mira a ver si los ves; esto está de madre porque no hay personal para ordenarlo y nosotros sólo estamos para cuidar que los santeros no se lleven los huesos para hacer brujerías”.
Quería gritar, patear, golpear, ¡Dios mío que impotencia! Salí casi corriendo, espantado. No podía creer lo que había visto, peor aún, todavía no puedo entender que ni siquiera logré encontrar los restos mortales de mis padres. El gobierno que ya nos dividió y separó a la familia en vida, permite que también se profane a nuestros seres queridos fallecidos. ¿Qué se puede esperar de esa chusma indolente que gobierna a Cuba?
Si no lo cuento me saldría espuma. Son cosas que pasan en esa Isla donde no se respeta ni a sus muertos.
Un abrazo, tu amigo Plutarco
Mi madre me regaló un día en que celebrábamos la Navidad en pleno secreto y complicidad familiar un hermoso libro de poemas. Corría 1970, el cual quedó en la historia como el año de la derrota de uno de los caprichos más grande de Fidel Castro: sus cacareados diez millones de toneladas de azúcar que no pudieron cumplirse. Pero de esto no es lo que quiero hablar, amigo Éufrates. Retomo el regalo y te cuento que lo leí muchas veces. Ella se encargaba de buscar las publicaciones más importantes para que no me faltaran en mi acervo. Mi padre, con sus cosas, exigía la disciplina y controlaba los horarios… “esos comunistas te meten en líos y te llenan la cabeza de tonterías y cuando uno viene a ver el hijo es rojo”, les decía a sus amigos y no había quién se escapara a un mitin en la secundaria sin que él no lo supiera. Por eso les agradezco mucho el que me hayan abierto los ojos para enfrentarme a lo que ellos veían como el circo de “Castro y sus lameculos”.
Los dos murieron. Mi madre muy joven aún y mi padre maldiciendo a Fidel. A mis viejos los tengo siempre presentes, se me olvidaron las nalgadas o las broncas de adolescente cuando quería algo. Me llegan felices a mi cabeza y sonrientes, unidos, compartiendo lo poco que se conseguía para comer y mi vieja diciendo que las alitas de pollo eran sus preferidas.
Yo salí de la isla cuando pude y me sentía en deuda con ellos. Por eso, cuando visité Cuba recientemente, caminé desde el hotel hasta el cementerio de Colón con unas flores. Mi primera prueba de fuego fue que no me dejaron entrar con las flores…. “Compañero” me dijo un vigilante “las flores tienen que ser de plástico, ¿no ha visto la circular de la puerta?”. Viré la cabeza y vi una larga lista de cosas prohibidas. Conté hasta cien y dejé las flores en la basura. Fui hasta donde estaba “Información” y al preguntar el lugar exacto donde reposaban los restos de mis viejos, una mujer me dijo que el trámite costaba diez dólares. No podía creerlo. En eso llegó el sacerdote de la iglesia del cementerio, afortunadamente, y después de decirle algunas verdades a la empleada ladrona, me indicó que el osario estaba detrás de la iglesia y que cada cajita debía tener el nombre con la fecha de fallecimiento. Se lo agradecí y seguí sus orientaciones.
Caminé bajo un sol inmenso, al mismo tiempo que veía el desastre y el descuido de los monumentos que hicieron que el cementerio habanero fuera uno de los que más obras de arte cobijara en el mundo. En la medida en que me acercaba al osario un reguetón colmó mis oídos. Me paré en la puerta. Dos hombres jugaban a las damas, un aparato de radio dejaba oír el chabacano reguetón, otros dormían en una esquina y un negro viejo se fumaba un tabaco en un taburete. Todos estaban rodeados de osarios rotos, huesos humanos en el suelo, filas enteras caídas sobre las vecinas, en fin, un caos.
Le pregunté al del tabaco si podía buscar los restos de mi madre y de mi padre. Me miró, se quitó una gorra sucia que tenía en la cabeza al mismo tiempo que se rascaba la calva y me dijo: “Chico, mira a ver si los ves; esto está de madre porque no hay personal para ordenarlo y nosotros sólo estamos para cuidar que los santeros no se lleven los huesos para hacer brujerías”.
Quería gritar, patear, golpear, ¡Dios mío que impotencia! Salí casi corriendo, espantado. No podía creer lo que había visto, peor aún, todavía no puedo entender que ni siquiera logré encontrar los restos mortales de mis padres. El gobierno que ya nos dividió y separó a la familia en vida, permite que también se profane a nuestros seres queridos fallecidos. ¿Qué se puede esperar de esa chusma indolente que gobierna a Cuba?
Si no lo cuento me saldría espuma. Son cosas que pasan en esa Isla donde no se respeta ni a sus muertos.
Un abrazo, tu amigo Plutarco
16 comments:
yo perdi a mis abuelos, no dejaron ni un solo hueso. el oscurantismo en cuba, la ignorancia y la moda horrible de la santeria , ha dejado el cementerio sin muertos.
Ayyyy Don Plutarco, eso es lo que ha engendrado nuestro humanista y maravilloso sistema socialista.
Un pais donde no hay respeto hacia los seres vivos, tampoco lo puede haber por los muertos.
Don Plutarco su post me hizo recordar este triste suceso en el Cementerio de Colon.
Un dia compre unas flores en la galeria de la calle 12 e/ 23 y 25 para colocar sobre la tumba de mi abuela. Fui, las coloque y estuve un rato limpiando su tumba hasta que decidi marcharme. Al llegar a la puerta de salida recorde que la hija de un gran amigo (fallecido) me habia encargado visitar la tumba de su padre. Regrese y al pasar por la tumba de mi abuela pude ver a la misma mujer que me vendio las flores como se llevaba el ramo que yo le habia comprado anteriormente, para revenderlo.
Digame usted si queda un apice de valores en esa podrida sociedad?.
Muy doloroso, sin palabras, lo siento. Sandokan.
Oh, Dios santo, terrible. Niobe.
Lo siento por Ud., don Plutarco. Aunque discrepo de su juicio. No es exactamente el podrido gobierno, sino la raza maldita, razón precisamente de dicho desgobierno.
Voy a explicárselo mejor para que no me entienda mal. El pueblo latinoamericano es letrinoso por naturaleza. (Una mierda, por si acaso no se lo llevó todavía.) Sin mecanismos de represión, ese pueblo sencillamente apesta. Y los mecanismos de represión cubanos son estatales y más que nada políticos, a nivel de cementerio no funcionan.
Lo terrible es que, en realidad, el elemento alpargático postcolonial -que tanto criticamos con razón como incubadora del izquierdismo- es elitario, soporte del orden y del sentido común en las viejas colonias. El pueblo, el verdadero pueblo, es un sancocho genético cocinado al calor de fuegos autoritarios y tiene una calaña muy, pero muy asquerosa. Se lo digo desde el corazón de Sudamérica, dese una vuelta por acá -entre los pobres, digo- para que vea: También revenden las flores, se roban los huesos y hasta se singan los cadáveres.
Qué desastre de país... qué historia tan triste.
NO LO PUEDO CREER
QUE ATROCIDAD.
Eufrates, está lúgubre el ambiente por el Imparcial... ¡Qué historias tan penosas estas del cementerio de Colón! Y sé que todo es cierto hasta la última palabra. Tenía un primo que vivía en 23 y 12. El hacía peceras. Un día vinieron unos agentes a interrogarlo para saber de dónde sacaba los cristales para fabricar sus peceras chiquitas. Esto que cuento fue en la época en que todavía había ataúdes en Cuba, claro, no los cajones de burdo lienzo gris con un esqueleto de pinotea que utilizaban después. Resulta que había quien se dedicaba a desenterrar los ataúdes para quitarle los cristalitos y luego se los vendía a los que tenían negocios de peces para que hicieran acuariums. Luego, a través de un amigo que fue historiador allí conocí muchas otras historias de espanto como que había gente que les arrancaban las piezas de la boca que tuviesen oro a los difuntos o sencillamente los despojaban de sus ropas y otras prendas. Y me detengo aquí porque otras cosas en efecto, dan ganas de vomitar. Es realmente vergonzoso y estoy hablando de hechos de hace más de 15 años, o sea que hoy todo eso es mucho peor.
Eso sí, a pesar de que reconozco que la miseria sólo engendra miseria, me apena leer el comentario de alguien tan agudo como Güicho por su connotación racista. Por momentos también he creído que somos un pueblo maldito, pero de ahí a generalizarlo a toda Cuba y al resto de América va un buen tramo. Lo que él cuenta existe en todas partes del mundo, sólo que a veces el entorno nos distrae y no lo vemos porque hay más detalles en los que concentrarse. No olvidemos que en ambientes tan nefastos como el de sudáfrica con el apartheid surgió un Mandela y en la India un Gandhi que reivindicó la independencia. Mis padres provienen de dos países diferentes de América latina. En ambos sitios he encontrado personas muy nobles y correctas, tanto o más que en el lugar donde hoy vivo. Desgraciadamente, aquí en el primer mundo también he encontrado personas de una bajeza inconmensurable. La miseria humana es inherente al género y nada tiene que ver con la raza. Díganme ilusa -que no comunista, que nunca lo he sido ya que lo considero una aberración fascista-, pero prefiero creer en el mejoramiento humano. Saludos y mis respetos a Plutarco.
Chez Isabella,
no se confunda, que en este mundo hay sólo dos tipos de personas que detesto: los racistas y los negros... ¿o eran los indios?
En fin, cuando me expulsaron de las SS por mi tolerancia racial no protesté. Y ya es demasiado tarde para reincorporarme. Tendría que ocultar la mitad de mis hijos.
Ahora, hablando en plata, tengo un amigo cubano de padres ecuatorianos y me parece que tiene la misma manía que Ud. La ilusión que arrastró a los padres a la inmundicia cubana resultó hereditaria.
Se lo digo por su bien, de veras, no se meta en una favela o villa miseria desconocida con ese ánimo, que la desguazan. Ah, y en sociología no vale el contraejemplo, lo que cuenta es la suma de la masa (suma de maldades, suma de delitos, suma de excrementos, etc.) De lo contrario, efectivamente, es socialista el sociólogo.
Y por su puesto que se puede mejorar la basura social: a sangre y tranca. Está demostrado: UK siglo XIX, Singapur siglo XX, etc. Sólo que las leyes en AL son tan sonsas (obra del sociólogo arriba mencionado) como en Escandinavia, y ni siquiera se cumplen.
que miseria, pero miseria en toda su amplitud: material y espiritual... sin remedio!
Creo que desecrar los cementerios se ha puesto de moda.
Hace solo unos meses, en las afueras de Chicago, los encargados del cementerio se dedicaban a sacar los cadaveres, amontonarlos en un rincon y revender las tumbas.
El caso se descubrio cuando un pariente no lograba encontrar la tumba del fallecido.
La diferencia es que una vez descubierto el hecho, se esta investigando y habra un proceso judicial en contra de la administracion, los empleados culpables y los dueños del cementerio.
Güicho, la educación que tengo me da para agradecerle su respuesta, a pesar de sus solapados insultos.
He leído las cosas que Ud. escribe con relativo interés. Sé que a veces alaba a las negras y mulatas por sus encantos físicos pero socialmente las considera "handicapées". ¡Qué casualidad!, si algo detesto es que aún exista quien promulgue los campos de concentración y los baños de sangre para enderezar naciones genéticamente torcidas, naciones que en el caso de AL generaron los blancos mezclándose de forma incontinente con los pobladores autóctonos y los negros que ellos mismos trajeron. También a los hombres que ven a las mujeres como objetos sexuales y tienen la mala manía de pasar por sus vidas de forma irresponsables dejando hijos como si fueran flores. Pienso que un remedio para contrarrestar ambos males sería que emitieran una ley (nada sosa, por cierto) para que les “plastifiquen” el miembro. Eso contribuiría a poner orden en sus ideas y a que no malgastaran neuronas.
No quiero discutir sus argumentos porque lo que más respeto en el mundo es la libertad de otro ser humano. En ese sentido mire Ud. salí muy afrancesada. De hecho esa es la educación que más pesa en mi formación a pesar de tener unos padres tan ilusos y entre otras cosas uno de ellos “indio”, como despectivamente Ud. le llama.
Para su conocimiento, ya fui a una favela en Río de Janeiro. Tiene razón, el miedo y la violencia que en ellas se respira cortan el aire (por cierto, no encontré más miseria material que en muchos sitios de Cuba). Allí visité el museo de la Favela des Marais. Me costó mucho trabajo llegar, pero fue una experiencia que valió la pena hasta el final porque me demostró que el único camino para sacar a las personas de la miseria es tratarlos con dignidad y respeto y ayudarlos a labrarse un futuro mejor. Si le parece bien etiquetarme como socialista, hágalo, pero yo no creo en fatalismos y creo que para cambiar el mundo hay que empezar siempre por nosotros mismos y nuestro entorno inmediato.
Como ve, no es Ud. el único que explora otros lares y saca conclusiones. Me gustaría que mostrase más respeto por la inteligencia y la opinión del prójimo. He constatado que a veces habla Ud. como sociólogo o historiador y otras lo hace como un machista consumado. Quizá sea que en ese aspecto desgraciadamente salió Ud. muy cubano: aprendiz de todo, maestro de nada.
Lamento su estrechez de miras. Déjeme padecer ilusamente mi amor por la humanidad. Lo prefiero a su cinismo de marras y a su visión totalitarista. Por otro lado, no creo que “el elemento alpargatico” que cita contribuya a enderezar nada. La responsabilidad en AL es de cada pueblo; 400 años de historia deberían bastar para enseñarles cuáles han sido los errores y tratar de enmendarlos.
Chez Isabella,
nunca es tan triste el socialfeminismo como cuando se combina con la falta de humor. El odio al sexo opuesto, en cambio, se puede arreglar.
Aunque reconozco su inteligencia, no le doy crédito a su supuesto afrancesamiento, pues al pretender ver solapada ofensa en mis palabras delata Ud. la suspicacia del ancestro ladino que confiesa. Le aclaro, para que no se me suba otra vez en la fácil carreta del racismo, que soy un cubano auténtico y como tal pertenezco el haplogrupo mitocondrial A, o sea, desciendo directamente de los indios taínos, entre otros. Mas incluso sin ser así, no le haría asco a una chola por muy malpensada que fuese.
En fin, no le guardo rencor por su hostil descripción de mi sana humanidad. Tal vez un día quiera Ud. fumar conmigo la pipa de la paz.
Mire Güicho, debo reconocer que me ha hecho reír. Una pena que no le pueda contestar con el refrán que merece. Le aclaro: yo no odio a los hombres. De hecho, no creo odiar a nadie en este mundo y si lo he hecho, nunca me ha durado demasiado tiempo. Tengo una capacidad de amor y comprensión que me encantaría poder regalarla como un don a otros.
De modo que dese gusto etiquetándome. Ud. no me conoce. De poco sirve entonces que le hable de mi sentido del humor, de mi educación, origen y las experiencias que han conformado mi forma de ver la vida. Sólo puedo decirle que la educación se adquiere y en muchos casos nada tiene que ver con el abolengo. A mucha honra y muy a pesar de mis dos apellidos castizos y mi raza blanca, nací en Cuba, en la cuna de la negritud.
Le dije que he visitado su blog y que a veces lo leo con cierto interés. Le reconozco su calidad de humorista. Pero por favor, no insista en hacerme creer lo que Ud. mismo no cree. Si algo se me da bien es eso de descifrar el discurso. Si no ve ofensa en lo que escribió en ambos mensajes, debe tener un problema. Le pido que no se meta más con mi progenitor pues yo no he evocado al suyo ni lo he denigrado –a pesar de sus esfuerzos por demostrar que no tiene ascendencia nazi-. De su mezcla racial, sí, tiene razón, Ud. es todo un cubanazo.
Vamos a respetar el espacio de Eufrates que tan generosamente nos ha permitido intercambiar estas palabras aquí. Si desea aducir algo más escríbame un mensaje personal a chez.isabella@gmail.com
La pipa de la paz la fumamos cualquier día que visite Miami. Nunca es más rico el diálogo que cuando se nutre de diferencias y el interlocutor está a la altura. Saludos cordiales.
afrancesameinto, socialfeminismo ??
dios mio cuanta retórica... y los santeros robando antepasados !!!!
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