Querido Éufrates:
Hace mucho frío en casi toda España, ha nevado y el recuerdo de las playas de Cuba y de Miami son una constante en estos días. Aunque he conversado con varios amigos y me dicen que también hay frío por esos lares… unos veintitantos grados centígrados… Bueno, cada cual siente el frío de distinta manera y encuentra calorcito de la mejor forma.
Hace mucho frío en casi toda España, ha nevado y el recuerdo de las playas de Cuba y de Miami son una constante en estos días. Aunque he conversado con varios amigos y me dicen que también hay frío por esos lares… unos veintitantos grados centígrados… Bueno, cada cual siente el frío de distinta manera y encuentra calorcito de la mejor forma.
Yo por suerte he venido hasta Sevilla, una de las ciudades más imponentes de España, por su cultura, por el tesoro que guarda en el Archivo de Indias y ese olor a azahar en las calles fruto de los naranjales sembrados en sus parques y jardines. La temperatura en pleno verano sobrepasa los 40º C y en esta época ronda los 25º C, o tal vez más. Por eso su gente mueve al aire sus abanicos y las terrazas se llenan de gente para beber unas cañitas o los famosos rebujitos (una mezcla de vino de manzanilla con Sprite o una gaseosa conocida por Casera que refresca con toda certeza).
Caminar por Sevilla es como ir de paseo por un museo al aire libre, y más lo es acercarse hasta el puente que te lleva a Triana, junto al río Guadalquivir. Las mujeres de Triana visten “de aro, balde y paleta” al decir de Martí y caminan como si volaran sobre sus coloridos tacones y sus trajes que enseñan un movimiento natural que te hacen dar la vuelta tal como hacíamos con “la mujer de Antonio” cuando salía al mercado. Caminé de un lado a otro viendo casas pintorescas, bares al aire libre, el mercado de frutas, farolas y mosaicos ilustrados que hacen de esta ciudad mi preferida. Por eso me dieron ganas de repetir eso que escribió un joven llamado Daniel E. Mocho:
“Me gusta, Triana, pasearte, /revolotearte, coleccionarte y mirarte, /caminar de noche entre tus calles/ y sentirme parte de tu arte.
Abrir los ojos en la mañana, /que me saques cada día de la cama, /aferrarte fuerte y con ganas…/me gusta disfrutarte, Triana.
Me gusta, Triana, acariciarte, /esperarte, recorrerte y añorarte, /ser tu cómplice, contemplarte, /componerte, camelarte… desnudarte…
Me gusta, Triana, tu mujer morena, /su piel tostada, su carita traviesa, /
su cuerpo salvaje, su alma aventurera, / ver en sus ojos que quiere guerra.
Escribir en clave pa’ que lo entienda, / proponer historias que la entretengan, /fotografiarla y vestirla a tientas, /me gustas, Triana, sin que me veas”.
“Me gusta, Triana, pasearte, /revolotearte, coleccionarte y mirarte, /caminar de noche entre tus calles/ y sentirme parte de tu arte.
Abrir los ojos en la mañana, /que me saques cada día de la cama, /aferrarte fuerte y con ganas…/me gusta disfrutarte, Triana.
Me gusta, Triana, acariciarte, /esperarte, recorrerte y añorarte, /ser tu cómplice, contemplarte, /componerte, camelarte… desnudarte…
Me gusta, Triana, tu mujer morena, /su piel tostada, su carita traviesa, /
su cuerpo salvaje, su alma aventurera, / ver en sus ojos que quiere guerra.
Escribir en clave pa’ que lo entienda, / proponer historias que la entretengan, /fotografiarla y vestirla a tientas, /me gustas, Triana, sin que me veas”.
La pasé tan bien esa tarde que hasta esa canción de Triana Morena me venía a la cabeza y me decía una y otra vez “Triana, Triana morena” y cuál no sería mi sorpresa al entrar en un bar con un mirador casi encima del Guadalquivir, ver a la morena más hermosa que mis ojos humanos vieron. Llevaba una bata de cola con óvalos rojos y un escote que sugerían muchas cosas, su sonrisa era tan criolla y sus ademanes tan graciosos que invitaban a beber un barril de la cerveza más fría. Me acerqué a ella con aire de turista despistado y le pregunté: “¿Podemos sentarnos en el mirador?”
Ella, “lo mismo que un alelí” movió sus hombros morenos y respondió: “Sí, mi amor, aquí no cobramos la vista, hazte la idea que estás en el malecón y deja volar tu imaginación… yo también sé que se siente en eso que llamamos corazón”.
Un abrazo, tu amigo Plutarco
Ella, “lo mismo que un alelí” movió sus hombros morenos y respondió: “Sí, mi amor, aquí no cobramos la vista, hazte la idea que estás en el malecón y deja volar tu imaginación… yo también sé que se siente en eso que llamamos corazón”.
Un abrazo, tu amigo Plutarco
4 comments:
Delicioso su post de hoy Plutarco, como siempre.
Estimado Plutarco, entonces la muchacha del mirador era cubana? Me quedo la duda... Gracias por tu correspondencia sabatina!
Pues sí, me querido Éufrates, una mulata cubana que salió de Cuba hace unos años y ahora vive en Sevilla. Es hermosa como ella sola y tiene una gracia sevillana-cubana que da gusto. Gracias a Taoro por sus elogios.
Felices fiestas y un mejor año nuevo
Que lindo post, Plutarco, especial, lo he disfrutado muchisimo.
En mi casa habia un arbol de naranjo, recuerdo el olor de los azahares... ahora me conformo con el perfume Azahar de Adolfo Dominguez
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