Photo by Ian Britton
Como ya he contado, es muy difícil ver cubanos aquí en New York. Trabajo en un ambiente multicultural y el único de La Mayor de las Antillas soy yo. En el edificio donde está ubicada mi oficina –que se lleva toda la manzana- el otro cubiche por los alrededores es Pepe, a quien ya les presenté en LA HIPOTESIS DE PEPE y en PEPE Y EL QUE NI COME NI DEJA COMER. Para ver a los pocos amigos del terruño tengo que cruzar el Río Hudson hasta Boulevard East para una cómoda e inteligente conversación con el perfil de Manhattan iluminando la noche como paisaje, o a Kearning para probarle el arroz con leche a la abuelita y aprender de la tolerancia de tres generaciones, ambos en New Jersey; mandarme hasta Yonker, a un barbecue de verano con cajita china en casa del médico de la cubanidad neoyorquina, donde siempre encuentro a los que viven en Brooklyn o en el Alto Manhattan o en el Upper West Side, con sus historias divertidas, hijos que crecen muy rápido y las novelas del corazón; subir hasta el Upper East Side a una cena íntima y relajada rodeado de impresionantes piezas del pintor Julio Herrera Zapata o dos cuadras al sur para una alegre y espontánea velada oyendo lo mismo música heavy metal que “Hello Hello” de los Beatles tocada por Los Papines, en un onceno piso con vista al East River; o a una tertulia informal y cálida en Hell’s Kitchen, donde lo mismo se va del azafrán al lirio pasando por temas serios y de actualidad; o al Harlem chic para disfrutar una noche de casona fresca y sabrosa en la Víbora, respirando la Cuba perdida, en el segundo piso de un brownstone donde vive una anfitriona que nunca ha podido recuperarse; o coger el LIRR hasta Baldwin o hasta Huntington, atravesando pueblos que supongo Bauta o Caimito del Guayabal.
Lo anterior explica mi despiste en esta anécdota sobre algo que me ocurrió hace un par de días atrás:
Resulta que recibí una carta titulada “El Imparcial / 36 Payasadas” con el website de Marakka. Lo primero que me vino a la mente es que al Sr. Marakka no le había interesado mi blog, y aunque para gusto se han hecho colores, me urgió el deseo de contestarle rápidamente. Encabecé el replay con mi habitual cortesía, dirigiéndome al Sr. Marakka...
Y después entré al website. Y me enteré que no hay tal Sr. Marakka porque en realidad es un sitio con una amplia selección de música, películas, documentales y programas televisivos cubanos. Supongo que el blogosfero ducho en el tema patrio pensará que soy un mongólico (y no hablo del gentilicio ni del sustantivo, sino del adjetivo).
Sin embargo, también sucede que a mi blog lo visitan muchos amigos de la multicultura y hasta estadounidenses y gente de otras lenguas que leen español y a todos ellos les va a interesar conocer dónde encontrar materiales y películas de mi isla, de esa isla que muchos de ellos tenían confundida y que empiezan a re-descubrir con los vídeos e historias que aquí he publicado. Uno de ellos se me acercó el otro día y me dijo: “Eufrates, hasta que empecé a leer su blog pensaba que usted estaba loco...”
El sitio de marakka va a quedar ya en la sección de Sitios Preferidos, para tenerlo a mano cuando se nos suba la bilirrubina cubana o el interés por la misma. Gracias por enviármelo, Sr. Marakka.
UPDATE:
Pues si que existía el Sr. Marakka. El sábado recibí su respuesta a la mía. Y explica lo de El Imparcial / 36 Payasadas:
Mi querido amigo: En el año 1996 comenzamos un programa de televisión aquí en Miami con Los Fonomemecos. Dentro del programa hicimos (yo soy productor de TV) un segmento humorístico llamado El Imparcial.
En el 2000 me dió la idea de editar un periódico con el mismo nombre con jodederas de artistas locales y despues saco a cada rato uno como que te envié donde el tema es variado y se le da chucho a cualquiera.
Las payasadas son las de Chavez. Tu página me gustó mucho. No sabía que existía.
El número 32 es que cada vez que saco uno, lo numero. Este fué el último y es el No. 32
Un abrazo
Waldo Fernández
Marakka 2000, Inc
Como ya he contado, es muy difícil ver cubanos aquí en New York. Trabajo en un ambiente multicultural y el único de La Mayor de las Antillas soy yo. En el edificio donde está ubicada mi oficina –que se lleva toda la manzana- el otro cubiche por los alrededores es Pepe, a quien ya les presenté en LA HIPOTESIS DE PEPE y en PEPE Y EL QUE NI COME NI DEJA COMER. Para ver a los pocos amigos del terruño tengo que cruzar el Río Hudson hasta Boulevard East para una cómoda e inteligente conversación con el perfil de Manhattan iluminando la noche como paisaje, o a Kearning para probarle el arroz con leche a la abuelita y aprender de la tolerancia de tres generaciones, ambos en New Jersey; mandarme hasta Yonker, a un barbecue de verano con cajita china en casa del médico de la cubanidad neoyorquina, donde siempre encuentro a los que viven en Brooklyn o en el Alto Manhattan o en el Upper West Side, con sus historias divertidas, hijos que crecen muy rápido y las novelas del corazón; subir hasta el Upper East Side a una cena íntima y relajada rodeado de impresionantes piezas del pintor Julio Herrera Zapata o dos cuadras al sur para una alegre y espontánea velada oyendo lo mismo música heavy metal que “Hello Hello” de los Beatles tocada por Los Papines, en un onceno piso con vista al East River; o a una tertulia informal y cálida en Hell’s Kitchen, donde lo mismo se va del azafrán al lirio pasando por temas serios y de actualidad; o al Harlem chic para disfrutar una noche de casona fresca y sabrosa en la Víbora, respirando la Cuba perdida, en el segundo piso de un brownstone donde vive una anfitriona que nunca ha podido recuperarse; o coger el LIRR hasta Baldwin o hasta Huntington, atravesando pueblos que supongo Bauta o Caimito del Guayabal.
Lo anterior explica mi despiste en esta anécdota sobre algo que me ocurrió hace un par de días atrás:
Resulta que recibí una carta titulada “El Imparcial / 36 Payasadas” con el website de Marakka. Lo primero que me vino a la mente es que al Sr. Marakka no le había interesado mi blog, y aunque para gusto se han hecho colores, me urgió el deseo de contestarle rápidamente. Encabecé el replay con mi habitual cortesía, dirigiéndome al Sr. Marakka...
Y después entré al website. Y me enteré que no hay tal Sr. Marakka porque en realidad es un sitio con una amplia selección de música, películas, documentales y programas televisivos cubanos. Supongo que el blogosfero ducho en el tema patrio pensará que soy un mongólico (y no hablo del gentilicio ni del sustantivo, sino del adjetivo).
Sin embargo, también sucede que a mi blog lo visitan muchos amigos de la multicultura y hasta estadounidenses y gente de otras lenguas que leen español y a todos ellos les va a interesar conocer dónde encontrar materiales y películas de mi isla, de esa isla que muchos de ellos tenían confundida y que empiezan a re-descubrir con los vídeos e historias que aquí he publicado. Uno de ellos se me acercó el otro día y me dijo: “Eufrates, hasta que empecé a leer su blog pensaba que usted estaba loco...”
El sitio de marakka va a quedar ya en la sección de Sitios Preferidos, para tenerlo a mano cuando se nos suba la bilirrubina cubana o el interés por la misma. Gracias por enviármelo, Sr. Marakka.
UPDATE:
Pues si que existía el Sr. Marakka. El sábado recibí su respuesta a la mía. Y explica lo de El Imparcial / 36 Payasadas:
Mi querido amigo: En el año 1996 comenzamos un programa de televisión aquí en Miami con Los Fonomemecos. Dentro del programa hicimos (yo soy productor de TV) un segmento humorístico llamado El Imparcial.
En el 2000 me dió la idea de editar un periódico con el mismo nombre con jodederas de artistas locales y despues saco a cada rato uno como que te envié donde el tema es variado y se le da chucho a cualquiera.
Las payasadas son las de Chavez. Tu página me gustó mucho. No sabía que existía.
El número 32 es que cada vez que saco uno, lo numero. Este fué el último y es el No. 32
Un abrazo
Waldo Fernández
Marakka 2000, Inc
2 comments:
¿Tú estabas en la Escuela de Letras entre 1969 y 1973?
No. Entre alli en 1977, entonces se llamaba Facultad de Filologia. Escuche o lei -no recuerdo- que ya le devolvieron el nombre de Escuela de Letras.
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