Don Eufrates,
para conmemorar su año bloguero lo invito a cenar. Ha de ser, desde luego, algo especial, a la altura del beneficio ilustrador que disfrutamos en su blog.
Vayámonos, pues, hasta Sevilla en España. Una ciudad otrora muy vinculada a La Habana: en nuestra capital se reunía el oro y la plata americanos, y en Sevilla se repartía. Lo único que quedó de aquello está en el altar de la catedral hispalense.

Le aclaro que nuestro destino final no se encuentra en esta ciudad, aunque hay pocos lugares tan acogedores como un patio sevillano.

Continuaremos hasta un insignificante pueblito ubicado 23 km más al este, Sanlúcar la Mayor. Por acá no hay más que resecos olivares -dirá Ud. Y es cierto.

Sin embargo, en la periferia de Sanlúcar encontraremos la Hacienda Benazuza, que hoy día es un hotel de categoría Cinco Estrellas Gran Lujo.

Aunque, como muestra una placa en la pared exterior, en otra época esta hacienda fue sede de la Orden Militar de Santiago, que tenía unos estatutos un poco restrictivos. He aquí los requisitos para el ingreso en la Orden de Santiago, fundada en 1151 en Cáceres:
El pretendiente que desee ingresar en la orden probará en sus cuatro primeros apellidos ser hijodalgo de sangre a fuero de España y no hijodalgo de privilegio, cuya prueba ha de referirse así mismo a su padre, madre, abuelos y abuelas. Probará de la misma manera que ni él, ni sus padres, ni sus abuelos han ejercido oficios manuales ni industriales.
Tampoco se puede conceder hábito a persona que tenga raza ni mezcla de judío, moro, hereje, converso, ni villano, por remoto que sea, ni el que haya sido o descienda de penitenciario por actos contra la fe católica, ni el que haya sido, o sus padres o abuelos, procuradores, prestamistas, escribanos públicos, mercaderes al por menor, o haya tenido oficios por el que hayan vivido o vivan de su esfuerzo manual, ni el que haya sido infamado, ni el que haya faltado a las leyes del honor o ejecutado cualquier acto impropio de un perfecto caballero, ni el que carezca de medios decorosos con los que atender a su subsistencia.
Sí, creo que por entonces pasaríamos algún trabajo para entrar aquí.

Adelante. En un rincón del primer patio una discreta puerta esconde al restaurante La Alquería, que tiene dos estrellas en la guía Michelin, como apenas otros nueve en España. No lleva las tres estrellas, porque Michelin no gusta de darlas a un local cuyo dueño ya las tiene en otro, como es el caso. Hay sólo seis chefs con tres estrellas en toda España, si bien se trata de tres vascos y tres catalanes (cinco hombres y una mujer.)

Obviamente no abrirán hasta la noche. Una opción es deambular el resto de la tarde por los patios interiores.

O beber algo ligero en el bar del hotel, que es casi un museo hípico andaluz.

Al caer la noche, don Eufrates, atacaremos La Alquería. Sin falta.

Y es que el patrón del restaurante es el mejor cocinero del mundo: Ferran Adrià, el alquimista de la gastronomía molecular.

Su restaurante El Bulli, en Roses, al norte de Cataluña, es el mejor del mundo. Y el más difícil de reservar. Abre al público no más de seis meses al año, de abril a septiembre. Los otros seis meses se usan para crear los exclusivos platos de la siguiente temporada. Nada se repite. Se reciben 800.000 solicitudes de reserva anualmente. Hay que enviarlas en octubre del año previo. Le cuento que en tres años consecutivos no lo conseguí. Mas resulta que Ferrán Adriá también dispone de este hotel, y aquí puso un restaurante gastronómico, donde ofrece platos selectos de temporadas anteriores de El Bulli. O sea, que no es el disco del año, sino una compilación de éxitos anteriores. Eso tampoco está mal, ¿no cree? ¿Entramos?

Como es lógico, no vinimos aquí buscando otra cosa que un menú de degustación. Son 26 platos. Nos tomará de tres a cuatro horas. Y no lo olvidará el resto de su vida, se lo prometo. ¿Me permite escoger el vino? Un buen vino, por supuesto. ¿El precio? Mire, un vino que sabe muy bien y cuesta 500 euros no es bueno, es caro. Un vino bueno es aquel que sabe muy bien y cuesta 50 euros. En este menú domina el mar, ¿qué le parece un Veigadares 2005? Es un vino blanco gallego de Rias Baixas. Gallego, sí. En La Rioja no tienen ninguno así.

La única regla es seguir las indicaciones de los camareros. Consuma cada plato de la forma precisa que le indiquen. Los sabores en su paladar harán el resto.







¿Prometí mucho? Me lo comenta luego, ahora pagaremos la cuenta de una forma apropiada: como cubanos y con dinero español.
Antes de que el camarero llegue a la caja, dígame sólo una cosa, don Eufrates: Si logro abrir esa ventana, ¿Ud. también consigue salir por ahí?
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