LA BUSQUEDA

Es difícil descubrir una nueva imagen cuando se trata de la ciudad más retratada del mundo. Si no es la más, está entre las primeras. La ciudad fotogénica, como también le llaman. La que siempre se revela atractiva, no importa que la foto muestre su lado glamoroso o su arista decadente a punto de extinción.

El fotógrafo se esfuerza por tomar la incapturada; esa rebelde, que se le ha escapado por un siglo y más al ojo más avezado de los artistas del lente. Su mirada busca; su pupila está física y emocionalmente conectada al obturador de la cámara. Ve cosas, volúmenes, rayos de luces atravesando vidrieras, estilos arquitectónicos compartiendo una acera sencilla, nieve acumulada, basureros, indetenibles tumultos de personas, automóviles, semáforos, niebla…

Nada le importa ya al hombre de la cámara, salvo esos momentos en que se vuelve invisible por rincones, olfateando el instante. Algo ha aprendido desde sus escondites. Antes de volverse una lentejuela, como suelen ser las noches de esta ciudad radiografiada, hay aproximadamente cuarenta y cinco minutos en que la metamorfosis del día a la noche vuelve azul el cielo.

Con la velocidad más lenta que logra su equipo, el fotógrafo se empecina en colorear la imagen que se inventa en dorado, con un fondo de ese azul que sólo halla en el ocaso. Le falta algo para lograr la foto rebelde. Anota. Es un trípode.

Fotos: Eufrates del Valle.