ARQ. CHEO MALANGA: CITIZEN CHEO

“El pasa... penas cubano”

Por: Arquitecto Cheo Malanga

Hace unos días Cheo adquirió su ciudadanía estadounidense. Esto lo llena de felicidad y orgullo, aunque en el fondo sigue siendo tan cubano como un pan con timba.

El principal motivo de su felicidad no es el poder votar por primera vez en unas elecciones reales, ni poder acceder a trabajos del gobierno, o poder reclamar a algún familiar en Cuba. Lo que le llena de felicidad a Cheo es poder viajar finalmente con un pasaporte que no lo convierta en un ciudadano cuestionado, humillado, sospechoso y de segunda clase.

Cuando le comenté a Eufrates la noticia de que Cheo ya era un ciudadano americano, sus primeras palabras fueron:

¡Ya verás que sabroso es viajar con el pasaporte navy blue...!

Es que cuando salí de Cuba, pensé que en esa hermosa Isla quedarían todas las humillaciones o limitaciones que sufrí en mi propio país, pero estaba equivocado: Un gris documento oficial que me acompañaba y me identificaba como ciudadano cubano me hizo regresar emocionalmente al pasado y sentirme como “nada” en cada aeropuerto extranjero que pisaba.

Una de las tantas razones por las que abandoné la Isla fue para que los deseos de viajar y conocer el mundo sólo pudieran estar obstaculizados por mi presupuesto, no por cartas de invitación, tarjetas blancas o permisos de liberación de un ministro.

No olvidaré nunca la vergüenza que sufrí al ser sometido a cuatro controles migratorios minutos antes de abordar un avión hacia los Estados Unidos, desde un aeropuerto europeo. Mis desconocidos compañeros de vuelo, que tenían la inmensa suerte de no haber nacido en Cuba, me observaban asustados y desconfiados, tratando de descubrir donde ocultaba el cinturón de explosivos suministrado por Hamas o las bolsas de cierto polvo ilegal procedente de las selva amazónica, sin sospechar que el origen de aquel excesivo control era sencillamente un gris documento oficial que me identificaba como ciudadano cubano.

En una ocasión mi esposa visitó un país centroamericano y al aterrizar con el pasaporte cubano en sus manos fue separada del grupo de viajeros y sometida a un extenso y humillante control antes de permitirle acceder al país. Al protestar por el excesivo y dilatado control, un oficial de inmigración le expresó sonriente:

- Señora, pero de qué se queja usted, si lo que usted tiene en sus manos no es un pasaporte........ sino un “pasapenas”.

Pero la gran sorpresa la recibí cuando cuando tuve que pagar mi nuevo pasaporte americano. Al escuchar el precio, incrédulo le pregunté nuevamente al funcionario, convencido de que había entendido mal su african american english orientation.......

-How much did you say?
.
-Seventy five dollars ( $75.00).

-Are you sure?

-Yeah, bro’...

Pagué y salí de aquella oficina convencido de que algo andaba mal. En el camino de regreso a casa reflexioné y lo entendí todo. Yo, un simple cubano acostumbrado a ser esquilmado constantemente por el gobierno de mi país en cada trámite migratorio que realizo, no podía comprender aquel risible precio por un pasaporte que demora 10 años en vencerse.

El pasaporte que me proporciona el gobierno de Cuba cuesta $425.00, se vence cada seis años y se debe renovar cada dos años; cada renovación cuesta $210.00 y constituye un estigma para cada ciudadano cubano que lo utiliza
.
En fin, el precio total a pagar por ser humillado durante seis años es $845.00.

Albergo la esperanza de que los cubanos pronto dejemos de ser vistos como una plaga de potenciales emigrantes en cada aeropuerto que pisamos y Cuba se convierta en un país con libertades absolutas, y con una economía próspera que no nos obligue a abandonarlo, sino al contrario: A recibir emigrantes como era antes, cuando a nuestra pequeña isla arribaban chinos, haitianos, jamaicanos, españoles, etc.

Mientras ese momento llega, le agradezco a este gran país, con sus virtudes y defectos, que me haya acogido como un hijo más. Ahora Cheo es citizen.