COLUMNISTA INVITADO: CAMILO LORET DE MOLA

El Imparcial Digital estrena la Sección Columnista Invitado. De vez en vez algún que otro colega, amigo personal, conocido virtual (como es este caso) u otros colaboradores con algo interesante que decir se irán sumando también como columnistas invitados. Y los mismos serán responsables de sus opiniones.

El Dr. Camilo Loret de Mola me envió este texto donde da detalles históricos que provocan sorpresa y se prestan para el debate. Eufrates sólo servirá de moderador entre los comentarios con las opiniones de los lectores y los argumentos del autor.


Dr. Camilo Loret de Mola abogado cubano, con 15 años de
practica de la profesión en Cuba atendiendo casos jurídicos
penales, civiles y comerciales. En los últimos cuatro años se ha
desempeñado como analista político en el sur de la Florida, y ha
colaborado con programas de corte político radiales y televisivos.

El Baúl Punzó

Por: Camilo Loret de Mola

Así es la historia que sabemos, después de tanta zancadilla comunista, El Comandante decidió, un aciago día, entregarles su revolución a los rojos. Poco le importó que lo hubieran condenado en el Moncada y en el Granma, en la Sierra y en el llano; o que fueran los mismos que apoyaron a Batista hasta ya tarde ni que conspiraran contra él durante el Sectarismo y la Microfracción, luego de la aparente reconciliación..
Esos rojos bajitos, al final, fueron premiados con una Constitución rosada y un CAME que los retrotrajo, nostálgicos, a los sueños de aquella noche de verano de 1940.
Esa alianza a destiempo no sólo le permitió a los impopulares miembros del PSP torcer el camino de nuestra joven república, sino también reescribir su historia oficial, intentando desaparecer, a como diera lugar, sus traiciones y oportunismos, sus reprochables contubernios y el infinito rosario de actos impopulares que han caracterizado su existencia.
Pero es difícil esconder una estela tan larga de mentiras y desaciertos. Para hacerlo se necesita algo más que un cofre rojo y mil llaves. La dificultad radica en que arrastran pecados originales, sus paños sucios nacieron con la organización y, con esta, lejos de desaparecer, crecieron.

Hay una de esas traiciones, quizás la más antigua, que insisten en esconder con un esmero que sabe a culpa. Me refiero a la militancia de su fundador, Julio Antonio Mella, que murió sin ser miembro del partido, expulsado de sus filas y traicionado por los mismos que luego decidieron usar su imagen como ícono de la organización.
La cortina de humo creada para esconder esa incómoda historia utiliza, como elemento recurrente, una melodramática amistad entre Mella y Martínez Villena. Esta leyenda de amor, repetida hasta el aburrimiento, ha intentado cubrir de olvido las diferencias viscerales que existieron entre ambos, tan profundas, que llevaron al poeta tuberculoso a perseguir con saña al mulato remero, conspirando contra él hasta lograr su expulsión del engendro que había fundado.

Dicen los historiadores de la hoz y el “machete” que el bribón de “la carga para matarse a si mismo”, lloró la muerte del perfilado dador, otros, sin embargo, saben que de haber existido, esas lágrimas fueron de remordimiento, despecho, o teatro, pero nunca sinceras. Algunos van más allá y acusan a Rubén de haber sido el autor intelectual del asesinato de Julio Antonio, ¿la verdad?, sepultada en los archivos secretos de los “ñángaras”.
El genio popular, por su parte, se niega a olvidar la cara de Villena ante la foto del Mella desnudo que le debemos a la Modotti. Dicen que se mordía los labios mientras la contemplaba, ¿sería la rabia del militante asceta, o los deseos carnales, repentinos e incontrolables, despertados por la impresionante figura de aquellos músculos café con leche?, ¿sería desaprobación partidista, o envidia del tuberculoso esmirriado ante las dotes del mulato Nicanor? Nadie sabe, los sueños de Rubén se fueron con él, sus actos, no.
Mella muere y tal como lo predijo se convirtió en bandera, flamea en manos de sus posibles asesinos, perdura hoy como el primer comunista cubano, fue el primero en todo, hasta en ser expulsado de su reino punzó, hasta ser el primer secreto, doblado y escondido en el fondo del baúl que ya no cierra de lo atropellado de sus misterios.
Asombra que al momento de decidir el derrotero, el dictador de turno escogiera a los amos de los laberintos rojos, impopulares, incapaces y conspiradores en esencia, miremos el resultado.